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Cuidar a quienes cuidan

Una de las claves de nuestra filosofía como Espirales CI es contribuir a generar redes, tanto afectivas en la vida de las personas, como entre profesionales. Las redes son parte esencial de la protección y del acompañamiento emocional tanto como del rigor y la calidad profesional.

Para promover esas redes, tratamos de dar visibilidad en este blog a las experiencias de buena práctica que vamos encontrando en nuestro trabajo en distintos territorios, ámbitos y con diversas entidades, administraciones e instituciones. Nuestro ámbito de trabajo es la infancia, por lo que aquellas experiencias que difundimos son casi  siempre centradas en intervención con niños, niñas y adolescentes. Pero toda la línea de trabajo de los últimos años sobre la afectividad consciente como competencia profesional, los procesos de acompañamiento emocional y la promoción de entornos seguros y protectores, que son tres claves imprescindibles en cualquier programa de atención a la infancia y adolescencia, nos están llevando a colaborar con equipos y profesionales de otros ámbitos.

Y es ahí cuando tenemos la suerte de conocer iniciativas que están directamente vinculadas a los contenidos y estrategias de actuación que promovemos, aunque se apliquen en ámbitos diferentes. Y algunas de ellas resuenan tanto con el trabajo de Espirales CI, sus objetivos y su metodología que no nos queda más remedio que difundirlas también desde este blog.

Este es el caso del programa CuidArte (el arte de cuidar) del Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS) a cuyos profesionales tuvimos la suerte de dar una formación hace unos días. El programa tiene como objetivo brindar acompañamiento emocional a personas que asumen el cuidado diario de otras personas en situación de dependencia. Pueden ser familiares que cuidan de ancianos, o de personas con discapacidad, o con problemáticas de salud mental. El programa consiste en el desarrollo de grupos de apoyo socioemocional y educativo para estas personas y también grupos de promoción de autonomía para personas que están empezando a entrar en una situación de dependencia. Es un programa presente en todo el territorio aragonés, con profesionales que brindan sostén emocional y acompañamiento a personas que ejercen roles de cuidado. Parten de unos contenidos y metodología de trabajo común para todos los grupos de apoyo y unos espacios de supervisión continuados . Y los primeros resultados de la evaluación que se está realizando sobre su eficacia han mostrado que logran disminuir la sintomatología depresiva de las personas que acuden a los grupos.

 

 

Este vídeo explica el programa mejor que cualquier cosa que pudiéramos decir sobre él. Pero CuidArte es un ejemplo claro de lo que se puede lograr cuando las instituciones se humanizan, cuando logran ver más allá de los números y entender el dolor real de las personas que no se plasma sólo en diagnósticos o sintomatología sino en infinitas pequeñas cosas cotidianas que sólo quien las vive puede llegar a comprender en su verdadera magnitud. Pero también cuando las instituciones, en este caso el Gobierno de Aragón, deciden desarrollar su labor con rigor y calidad técnica. Porque este tipo de programas no son una cuestión de “buena voluntad”, ni siquiera de “humanidad”. Son una obligación institucional y una inversión inteligente. Sostener a quien sostiene tiene que ver con la dignidad, con el rigor profesional y con la inversión social.

Las y los profesionales con los que trabajamos en el curso son ejemplo vivo del nivel de eficacia que se logra en el trabajo cuando se es competente en afectividad consciente. En el trabajo con personas en general, y especialmente en el trabajo con personas que sufren, se debe lograr hacer consciente, sistematizar y supervisar la dimensión relacional. Porque se trabaja a través y desde la relación. Y es también ejemplo de inversión institucional en el cuidado de quienes cuidan, de comprender ese cuidado como parte no negociable del trabajo con personas que sufren. Porque la afectividad consciente sólo se puede implementar plenamente como competencia profesional si es asumida institucionalmente.

Encontrar un grupo de ochenta personas que recorren los pueblos, hacen kilómetros para llegar hasta los pueblos más alejados a generar un espacio afectivo y cálido donde estas personas puedan sentirse arropadas, protegidas, aceptadas y no juzgadas. Donde puedan comprender y conocer mejor las características de las enfermedades de sus familiares o las necesidades de aquellas personas a las que acompañan. De esta forma mejoran su labor y se sienten más capaces. Son espacios afectivos que destierran la soledad. Al menos un poquito. Es lo que tienen las redes, que funcionan.

Gracias a cada una de las y los profesionales del programa CuidArte; a quienes lo crearon, lo empujan y lo lideran, y a quienes institucionalmente supieron ver, no sólo la necesidad del mismo, sino la inversión inteligente y rigurosa.

Pepa Horno

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