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Abuso sexual infantil: cómo hacer visibles los datos

En las últimas semanas el tema del abuso sexual infantil, que ha sido desde el principio de Espirales CI una de nuestras áreas de trabajo prioritarias, está adquiriendo relevancia en la agenda pública y social. Este tipo de procesos de toma de consciencia sobre una problemática es necesario dotarlos de datos rigurosos y argumentos fiables. Y en el caso del abuso sexual infantil, ambos elementos son incontestables.

En las últimas semanas hemos tenido acceso, gracias al extraordinario trabajo que realiza Soledad Sánchez en el blog del Servicio de Atención a la Infancia y Adolescencia del Instituto Aragonés de Servicios Sociales (lo mencionamos en una entrada de nuestro blog hace ya unos años), a dos publicaciones de las que queremos hacernos eco porque proporcionan datos tan rigurosos como espeluznantes sobre esta problemática.

gaceta_sanitaria_2015El primero es un estudio desarrollado por Noemí Pereda y colaboradoras (Judit Abad, Georgina Guilera y Mila Arch) y publicado en la Gaceta Sanitaria, volumen 29, número 5 del 2015, titulado “Victimización sexual autorreportada en adolescentes españoles comunitarios y en colectivos de riesgo”. Léanla. Recoge una muestra importante de adolescentes, tanto de población comunitaria, como atendidos en centros de salud mental infantojuvenil, o residentes en centros de acogida y centros de reforma. Atiendan a los datos de los cuestionarios que se les han pasado de reporte de diferentes formas de victimización sexual:

La extensión de la victimización sexual oscila entre un 14,7% a lo largo de la vida del total de la muestra comunitaria, un 23,5% en los/las jóvenes atendidos/as en centros de salud mental, un 35,6% de los/las jóvenes involucrados/as en el sistema de justicia juvenil y un 36,4% de los/las menores atendidos/as por el sistema de protección. Existe una mayoría de víctimas de sexo femenino, excepto en menores de justicia juvenil.

Y hay más datos sobre la polivictimización, sobre diferencias de edad, género… Léanlo. Son adolescentes españoles todos ellos. Y quizá leyendo estudios como estos uno pueda mirar de forma algo diferente a los y las adolescentes a los que se atiende en el sistema de protección, pero sobre todo a los que se atiende en el sistema de justicia juvenil.

childrens_commissionerY el otro estudio del que queremos hacernos eco es de Reino Unido, realizado por la oficina de la Comisionada para la Infancia de Inglaterra. Se titula Proteger a los niños y niñas del peligro: Una evaluación crítica del abuso sexual infantil en el ámbito familiar en Inglaterra y prioridades para la acción (Protecting children from harm: A critical assessment of child sexual abuse in the family network in England and priorities for action – Children’s Commissioner for England) y fue publicado en el Reino Unido en noviembre de 2015. En este caso, el estudio está centrado en la prevalencia del abuso sexual infantil en el ámbito familiar en Inglaterra. Se habla también, y entre otros datos escalofriantes, de un 11,3% de los adolescentes en Inglaterra que reportan experiencias de abuso sexual infantil en su entorno familiar.

Pero además de los datos, para lograr la visibilidad pública de esta problemática, es necesario elaborar materiales de sensibilización social, y que las víctimas puedan hablar y contar sus historias. Si no logramos que los datos de los estudios que difundimos hoy y tantos otros existentes ya tomen rostro, historia, humanidad, la sociedad nunca los hará suyos y reaccionará ante ellos. El problema es que los niños, niñas y adolescentes no pueden hablar solos, necesitan un apoyo para dejar de ser cifras en estudios que solo leemos quienes trabajamos con ellos.

Justamente hace pocas semanas nos hacíamos eco de una de estas historias narradas el primera persona por una víctima ya adulta, la que relata James Rhodes en su libro Instrumental. Las asociaciones de adultos que fueron víctimas de abuso en la infancia juegan un papel clave en este proceso, que debemos apoyar y promover. Es su voz la que debe oírse.

Y en este sentido, hoy queremos hacernos eco de dos películas que hemos visto en las últimas semanas y que son obligatorias cuando se trabaja en este tema.

La primera y la que más difusión está teniendo es Spotlight, dirigida por Tom McCarthy, que narra el trabajo del equipo de periodistas que destaparon el encubrimiento del arzobispo de Boston de los abusos sexuales cometidos por varios sacerdotes de su diócesis. La película narra a través de la vivencia de los periodistas, de su visión de lo que iban descubriendo, del horror y del dolor de las víctimas, y del silencio extendido mucho más allá de lo que podía parecer. Un silencio denso que extiende los límites de la responsabilidad sobre lo sucedido mucho más allá de los sacerdotes en sí mismos.

Y la otra película es El club, una película chilena dirigida por Pablo Larraín. Es una película que duele ver. Recoge la historia de varios sacerdotes retirados de su trabajo por varios motivos. Las interpretaciones son únicas y lo que reflejan son horrores que somos responsables de no olvidar.

El abuso sexual infantil es una realidad. Y la única forma de prevenirlo y erradicarlo es nombrarlo y denunciarlo. El silencio de nuestras sociedades y la falta de formación e intervención adecuada por parte de nuestras instituciones son la segunda y tercera forma de victimización a aquellos niños y niñas a los que no supimos, pudimos o quisimos proteger. Y esa victimización no acaba con la infancia. Si no se nombra, si no se mira de frente, dura toda la vida. Y destruye.

Pepa Horno

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