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La aprobación de la LOPIVI: celebración y memoria

Portada de la página web del Congreso de los Diputados que recoge el Proyecto de LeyEsta semana ha sido un momento de celebración para todas las personas de bien, para quienes consideramos a los niños, niñas y adolescentes ciudadanos de pleno derecho y un poquito más si cabe para todas las personas que trabajamos, de un modo u otro, en el ámbito de protección: la aprobación del Proyecto de Ley Orgánica de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia (LOPIVI) por el Congreso de los Diputados en España. [Actualización: ya se ha publicado la Ley y entra en vigor en unos días, con el nombre final de Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia].

A lo largo de estos casi veinticinco años que llevo trabajando para la prevención y erradicación de la violencia contra los niños, niñas y adolescentes he vivido muchas cosas que, como he comentado en redes sociales, estos días se me agolpaban en el corazón. Y todas tenían que ver con el camino recorrido, con la cantidad de cosas que hoy damos por obvias, por lógicas, por sabidas y que, como en cualquier otro movimiento de cambio social, son, sin embargo, el resultado de un trabajo muy largo en el tiempo. Un trabajo que, cuando empezó, parecía simplemente como predicar en el desierto, una locura, un imposible.

Cuando yo empecé a trabajar en este tema, ya había gente luchando por visibilizar la violencia contra los niños, niñas y adolescentes. Ya existía un sistema de protección en España jurídicamente constituido que empezaba a evaluar su funcionamiento. La Plataforma de Organizaciones de Infancia ya estaba constituida. Ya existían organizaciones y entidades que llevaban mucho tiempo trabajando en este tema. Y, sobre todo, existían muchos profesionales atendiendo ya a los protagonistas últimos de esta ley: los niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia.

Pero todo lo que existía era percibido como personas, organizaciones y entidades que atendían a un colectivo vulnerable, escaso, desafortunado, víctima de algunas personas locas, enfermas, extrañas y, sobre todo, muy lejanas a la vida cotidiana de la gente. “Esto en mi casa no pasa, esto en mi barrio no ocurre, eso le pasa a los pobres, lo hacen personas locas o enfermas”. “Pobrecitos”, decían en el mejor de los casos. “Es imposible, os lo inventáis”, en el peor de los casos. Como ocurría con otras víctimas de violencia.

Quiero contar cuatro ejemplos que para mí explican muy bien de dónde venimos, y todo el trabajo que ha sido necesario hacer para lograr el cambio social que legitimara e hiciera posible este cambio legislativo. Porque es así, una ley nunca sale adelante si la sociedad no está preparada. Y si se fuerza, y se aprueba antes de ese cambio social, la norma legal es atacada y cuestionada hasta su derogación o ignorada y no implementada. Sobre todo en el caso de las leyes que abordan las relaciones humanas, no las administrativas ni las institucionales, sino las relaciones humanas en cualquiera de sus vertientes. Esas leyes han de ser incorporadas por la sociedad para ser implementadas. El mejor ejemplo que se me ocurre ahora mismo es la ley antitabaco, que requirió una inversión brutal en sensibilización social para lograr ser implementada. Cuando se aprobó fuimos muchas personas las que pensamos que sería imposible, y ahora volamos en un avión, vamos en el tren, nos sentamos a comer o vamos a bailar sin llenarnos de humo. Y nos parece lo normal. Nos parece obvio.

El primer ejemplo que me vino el jueves a la memoria fue el día que publicamos el primer informe que se sacaba en España sobre castigo físico a los niños y niñas en el hogar, el documento Amor, poder y violencia. Un análisis comparativo de los patrones de castigo físico y humillante. Año 2005. Ese día volvía a casa en el metro después de la rueda de prensa y de todas las entrevistas. Aquella fue la primera de todas las ruedas de prensa que habíamos convocado hasta entonces desde Save the Children por temas de violencia en las que la presencia de medios fue masiva. Hasta entonces venían dos o tres periodistas. El tema no era noticia.

Aquel día volvía en el metro a casa. Debían de ser las nueve de la noche y el tema ya había salido en el telediario de mediodía y de la noche. En el vagón donde viajaba se entabló una discusión muy fuerte entre un grupo grande de gente. Pero en realidad no fue una discusión. Todos estaban de acuerdo, y estaban de acuerdo en que estábamos locos quienes presentamos el estudio, en que, por supuesto, había que pegar a los niños y niñas cuando era necesario, que “Si no, no obedecían” y que había que “meterlos en vereda”. Que las ONG y los psicólogos pretendíamos decirles lo que tenían que hacer con sus hijos e hijas, que “eran suyos” y que además las cifras que dábamos, seguro que “nos las inventábamos”.

Portada del material de la campaña "Educa, no pegues"Hablo del año 2005 cuando ya llevábamos trabajando el tema desde la campaña “Educa, no pegues” a nivel estatal desde el año 1999. Fueron años de campaña, dando formaciones a familias y profesionales en pueblos pequeños y ciudades de todo el país, con un equipo de treinta personas trabajando directamente en el tema, y muchas otras instituciones y organizaciones apoyando el proceso y colaborando.

Formamos a miles de personas. Recuerdo que cuando preparaba a ese grupo de personas que iban a tener que dar los cursos, las conferencias, las entrevistas, siempre les decía: “Tened presente que solo con que sientan la necesidad de discutir lo que decís, de contraargumentaros, ya es suficiente, porque significará que habréis sembrado la duda sobre algo que está tan arraigado socialmente que la gente ni siquiera se plantea cuestionarse. Dan por hecho que tienen derecho a pegar a sus hijos para educarlos. Siempre se ha hecho así. Solo sembrar la duda es un avance”. Así ocurrió. Nos discutieron, incluso en algún caso nos insultaron, se rieron de muchos de nosotros, pero seguimos. Y la duda caló.

Folleto de la campaña "Corregir no es pegar"Hizo falta una segunda campaña de sensibilización contra el castigo físico a los niños y niñas en la familia: “Corregir no es pegar”. Y por cierto una de las medidas que se planteaba en aquella campaña, para mí no la más relevante pero sí necesaria, era la modificación de un artículo del Código Civil. No una ley. Un artículo. Costó ocho años de trabajo lograrla. Llegó en el 2007. Y aún hoy, hay gente que no duda de su derecho a pegar y gritar a sus hijos e hijas si lo considera necesario. Pero ya no es obvio, ya no es mayoritario, ya no parece tan claro. Estamos en el camino.

 

Segundo ejemplo, la elaboración del modelo de protocolo de actuación en los casos de maltrato infantil impulsado por el Observatorio de Infancia del Ministerio de Asuntos Sociales. Año 2008 (luego se publicaron sucesivas modificaciones y mejoras del mismo hasta el año 2014, que es la actual). Se elaboró en un grupo de trabajo que se reunió durante un año y en el que por primera vez representantes del ámbito judicial se sentaban a una mesa con el ámbito social, el ámbito educativo, el ámbito policial y el ámbito sanitario. Representantes de las Comunidades Autónomas y de todos los ámbitos que pretendíamos elaborar un modelo de protocolo que pudiera servir a las Comunidades Autónomas para impulsar sus propios protocolos en los diferentes territorios, como así ocurrió. Aquellas reuniones las he vivido de nuevo a nivel autonómico en varias comunidades autónomas. Pero recuerdo perfectamente la dificultad para ser aceptada como interlocutora válida sin ser profesional del ámbito jurídico. Y recuerdo, entre otras muchas cosas, la discusión para lograr que se incluyera la propuesta en el protocolo de que las indemnizaciones en las sentencias condenatorias por casos de maltrato infantil no se calcularan utilizando el baremos que se usaban hasta entonces, los de los  accidentes de coche, sino que pudieran cubrir el coste del tratamiento terapéutico que iba a necesitar (o que ya había necesitado en función de los años transcurridos antes de la sentencia definitiva) ese niño o niña para recuperarse del trauma que le habían infligido. Porque déjenme recordar que ni entonces ni ahora está garantizado el tratamiento público y gratuito a todos los niños y niñas víctimas de alguna forma de maltrato. En algunas comunidades autónomas sí, en otras solo a aquellos niños, niñas y adolescentes víctimas de maltrato en ámbito intrafamiliar que les lleva a una situación de desprotección, en otras ni eso. Recuerdo hacer sobre aquella mesa el cálculo genérico del número de sesiones mínimas multiplicado por el coste establecido oficialmente por los Colegios Oficiales de Psicólogos por sesión. Una cifra que era mucho mayor del baremo establecido. Y solo para pagar el tratamiento. La medida se incluyó, y muchos fiscales en sus propuestas y muchos jueces en sus sentencias la incorporaron. Otros muchos siguen usando el baremo de los accidentes de coche, porque es el que se ha usado siempre. Estamos en el camino.

Tercer ejemplo, cuando en el año 2006 publicamos desde Save the Children también la primera investigación que se realizó sobre Atención a niños y niñas víctimas de violencia de género. La primera. La primera vez que se les llamaba víctimas directas. No “testigos”, ni “víctimas secundarias”, sino víctimas directas. Una investigación que llevó dos años de trabajo por parte de un equipo de gente increíble que tuve el honor de coordinar. Una de esas investigaciones que marcó un antes y un después y una línea de trabajo que en la organización se ha seguido hasta lograr la modificación legislativa de la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género en la que se reconoció a los niños, niñas y adolescentes hijos e hijas de las mujeres víctimas de violencia de género como víctimas de esa violencia igual que sus madres. Fue en el año 2015. Hicieron falta 9 años.

En aquella investigación surgieron temas muy graves, pero sobre todo, cuando se publicó, tuvimos que escuchar cosas como que los niños, niñas y adolescentes “Solo eran testigos”, que “A ellos no les daban las palizas”, que “Podían no enterarse” de lo que su padre o padrastro le hacía a su madre, o que si los reconocíamos como víctimas “Las mujeres perderían los recursos que tenían para atenderlas porque se los darían a los niños y niñas”. Recuerdo que una de las medidas que se solicitaba en aquella investigación era simplemente que se introdujera en los formularios de las órdenes de protección una casilla con el dato del número de hijos e hijas que tenían las mujeres. Se registraba su edad, su país de procedencia… muchos datos sobre las mujeres. Pero nada sobre sus hijos e hijas. Lo logramos. Con un matiz: que durante años, ese dato no se introdujo en las estadísticas que se publicaban sobre el tema. Aquella primera investigación fue el comienzo de un proceso muy duro para lograr algo que sigue siendo en muchos lugares una cuenta pendiente y es la necesidad de que las intervenciones en Igualdad y en Infancia trabajen de la mano. Estamos en el camino.

La realización de investigaciones, no solo desde la perspectiva académica sino desde la visión de los profesionales en terreno, ha sido una pieza clave de este proceso de visibilización de la violencia contra los niños, niñas y adolescentes y de las carencias que existen en el sistema a la hora de atender el dolor de las víctimas. Ha habido dos investigaciones posteriores que he tenido el privilegio de coordinar ya desde Espirales CI junto con F. Javier Romeo, sobre diversos aspectos del sistema de protección que han desempeñado un papel clave en la legitimidad del proceso de cambio legislativo. Por un lado, la realizada para UNICEF España sobre la atención a los niños, niñas y adolescentes en acogimiento residencial y familiar en España llamada Un lugar donde quedarse, en la que surgieron claramente varias de las problemáticas expuestas en la justificación del proyecto de ley.

Por otro, la realizada para Aldeas Infantiles SOS España con el título Llegar a tiempo. Niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo en España. Ambas investigaciones han sido otros pasos en este camino. El camino de dar visibilidad a las distintas problemáticas a las que la LOPIVI pretende dar respuesta desde el análisis de la práctica cotidiana desde un enfoque de derechos del niño.

 

Y un último ejemplo, para mí quizá el más doloroso. A lo largo de estos años España, como el resto de los países que lo han ratificado, está obligada a presentar un informe al Comité de Derechos del Niño sobre la implementación de la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (CDN). Como cada país, España presenta su informe a nivel gubernamental, y las ONG, asociaciones y entidades pueden presentar sus informes alternativos. En España lo realiza la Plataforma de Organizaciones de Infancia de forma conjunta. Un trabajo mucho más complicado de lo que la gente pueda imaginar, pero absolutamente imprescindible en el que pude participar en dos ocasiones. En esos informes que presenta el gobierno se recogen las estadísticas publicadas por el INE (Instituto Nacional de Estadística) sobre muertes en España, en este caso de niños, niñas y adolescentes en nuestro país. El problema es que los datos vienen recogidos por causas de muerte y, como tales, disgregados: hay que sumar varios apartados para saber cuántos niños, niñas y adolescentes han muerto por causas violentas en nuestro país. Pero no solo hay que sumar las casillas correspondientes a las muertes violentas. Porque entre sus causas están los asesinatos, homicidios de niños y niñas, los suicidios y una categoría que da mucho miedo que son las muertes por agresiones accidentales, que se categorizan así porque muchas veces no se sabe quién produjo esa agresión o si lo hizo intencionalmente (hablamos de muertes por quemaduras, apuñalamientos, disparos o envenenamientos). Cada año esa cifra me duele, así que en el año 2014 publiqué una entrada de blog que llamé “Contabilizar nuestros muertos, también cuando son niños y niñas”. Lo publiqué en el blog de mi querido Xosé Cuns “No me pidan calma”, recogiendo los datos del 2011 que figuraban en el último informe presentado por el gobierno al Comité. Pensé que ese artículo generaría polémica, pero no fue así. Y debería haberla generado. Porque las cifras dan miedo. El registro completo de muertes violentas de niños, niñas y adolescentes en nuestro país sigue siendo una cuenta pendiente a la que la LOPIVI pretende dar respuesta creando al fin ese registro. Estamos en el camino. Porque déjenme que recuerde algo que dije en ese artículo: difícilmente se pueden crear medidas eficaces y ajustadas si no conocemos la magnitud de la problemática.

Todo esto y mucho más forma parte de un proceso de cambio social que ha sucedido en nuestro país en los últimos veinte años. Ahora muchas cosas parecen obvias, como si hubieran existido siempre. Pero no es así. Cuando esta semana se hablaba de la aprobación de la LOPIVI había quienes sugerían llamarla “Ley Rhodes”, porque el papel de James Rhodes ha sido clave para acelerar un proceso que, aunque estaba pasando, sucedía a ritmo exasperantemente lento. Su libro Instrumental supuso algo difícil de expresar para mucha gente. Él prestó su nombre, pero sobre todo su dolor para dar voz a muchas víctimas. Nunca podré agradecérselo suficiente. Esta ley es también suya, aunque no solo suya. Tengamos presente que antes que él hubo muchas víctimas que pidieron hablar con el presidente del gobierno y nunca fueron atendidas. No un presidente del gobierno, varios, de varios partidos y signos políticos. ¿Por qué? Porque la sociedad española no estaba preparada y el coste político para cualquier político de cualquier signo político de posicionarse en este tema era demasiado alto. El gobierno actual ha tenido mucho valor al promover el proceso de aprobación de la LOPIVI y se ha logrado con alto consenso político, porque la sociedad no lo cuestionaba (salvo algunas medidas específicas en la ley que sí causaron debate), porque parece obvio, parece de justicia. Pero lo parece ahora.

El mismo proceso de formulación del proyecto de ley esconde detrás un proceso muy largo. Déjenme dar solo algunas fechas. Primera ponencia sobre violencia contra la infancia en el Congreso de los Diputados, año 2005. Creación de la subcomisión sobre violencia contra la infancia, año 2014. En esta entrada de blog escribimos sobre esa subcomisión. Presentación de firmas para la no prescripción de los delitos de abuso sexual infantil, mayo de 2016. Creación grupo de trabajo de organizaciones y entidades impulsado por Save the Children y la Cátedra Santander de la Universidad Pontificia de Comillas para elaborar un borrador conjunto de ley que pudiera ser llevado al Senado y Congreso, año 2018. Envío del borrador de proyecto de ley, diciembre 2020. Aprobación del Proyecto de Ley (a falta de su paso por el Senado y, si hay modificaciones relevantes, de nuevo por el Congreso), abril 2021.

Esta semana se hablaba también de procesos de tres años, de cinco años para algunas de las medidas que esta ley ha recogido y que supusieron un antes y un después en este proceso, porque son procesos impulsados por adultos que fueron víctimas de alguna forma de maltrato en su infancia. Personas adultas que dieron un paso adelante y pusieron rostro y voz al horror silenciado. Solo las personas adultas que fueron víctimas en la infancia y adolescencia podían hacer eso, porque las organizaciones de infancia, por mucho que trabajaran para visibilizar ese dolor no podían sacar a los niños, niñas y adolescentes a contar lo que les estaba pasando. Ellos no podían hablar solos, necesitaban a los adultos que ya podían hacerlo. Personas como Vicky Bernadet, como Miguel Hurtado, como Gloria Viseras, como Manuel Barbero. Ellos y ellas dieron nombre y apellidos. Pero antes estuvieron también las asociaciones de víctimas que llevaban años constituidas, como ACASI, la Asociación Garaitza, El Mundo de los ASI, la Fundación RANA y otras muchas demandando ser atendidas y realizando una labor de sensibilización social imprescindible. Su voz y su trabajo dio legitimidad a lo que organizaciones como Save the Children, la Fundación ANAR, UNICEF España, Aldeas Infantiles SOS España o Educo contaban en sus datos. Todos ellos hicieron que los datos tomaran vida y alma. Sin ellos, todos ellos, personas concretas, asociaciones de víctimas, esta ley nunca hubiera sido aprobada.

Se hablaba de entidades y organizaciones. Las he mencionado. Con el rol impagable de la Plataforma de Organizaciones de Infancia (POI) y de la Federación de Asociaciones de Prevención del Maltrato Infantil (FAPMI).

Y se recordaba a juristas y académicos que apoyaron en su proceso a las organizaciones. Imposible no mencionar aquí a Clara Martínez o a Félix López, Jesús Palacios, Jorge Fernández del Valle, Enrique Echeburúa, María Ignacia Arruabarrena o Noemí Pereda. Profesionales que dieron legitimidad con sus investigaciones o con su conocimiento a procesos emprendidos por las entidades. Los profesionales del ámbito de infancia tenemos algo en común: somos perseverantes, por no decir directamente que somos cabezotas. Sin todas esas entidades y los profesionales que las apoyaron esta ley nunca hubiera sido aprobada.

Pero a mí me han faltado esta semana tres menciones con las que quiero acabar este artículo de celebración y agradecimiento.

La primera es al proceso internacional. Se hablaba de que España es pionera. Pero esta ley nunca se hubiera aprobado sin la realización del Informe Mundial sobre la violencia contra los niños y las niñas (conocido también con el nombre de “Informe Pinheiro” por haber sido Paulo Sérgio Pinheiro su coordinador). Fue el primer estudio que se hizo a nivel mundial sobre violencia contra la infancia, y obligó a Naciones Unidas a reconocer la dimensión brutal de esta problemática en todos los países y regiones del mundo. Volviendo a lo que comentaba al principio, yo he trabajado el tema del castigo físico a los niños y niñas en 32 países. En todos sin excepción me han dicho en los talleres que el castigo “era parte de su cultura”. Una de las cosas que ese informe dejó claro es que la violencia contra la infancia, aunque tenga algunas especificidades, no es algo cultural, ni propio de determinadas clases sociales o económicas. Es un problema universal, que tiene que ver con el abuso de poder en las relaciones interpersonales, con la necesidad de lograr un cambio en las relaciones entre las personas, y sobre todo entre los adultos y los niños, niñas y adolescentes. Un problema que tiene que ver con el reconocimiento de los niños, niñas y adolescentes como ciudadanos de pleno derecho. Y en este proceso quiero mencionar a dos personas que jugaron un papel clave y de los que se ha hablado poco esta semana. Por una parte, Jorge Cardona, como representante español en el Comité de los Derechos del Niño, y por otra, Elda Moreno como responsable del Área de Derechos del Niño en el Consejo de Europa, que impulsó la campaña “Tus manos son para proteger” contra el castigo físico, la campaña “Uno de cada cinco” sobre el abuso sexual infantil que surgió tras la aprobación en 2007 del Convenio de Lanzarote (Convenio del Consejo de Europa para la protección de los niños contra la explotación y el abuso sexual), y la campaña actual “Start to Talk” (“Empieza a hablar”) contra el abuso sexual en el deporte. Sin esas tres campañas esta ley nunca hubiera sido aprobada.

La segunda es a las Defensorías de los derechos del niño, niña o adolescente. Desde el área de infancia del Defensor del Pueblo hasta las Defensorías existentes en diferentes Comunidades Autónomas. Quiero destacar el trabajo de la oficina del Ararteko, el Síndic de Greuges, la OBIA (Oficina Balear de Infancia y Adolescencia), el Defensor del Pueblo Andaluz y la Defensoría del Ciudadano del Ayuntamiento de Palma, que se han posicionado públicamente en la denuncia de diferentes formas de violencia que estaban sufriendo los niños, niñas y adolescentes en sus respectivos territorios. La legitimidad de sus denuncias como instituciones independientes ha dado sostén al trabajo de las organizaciones de infancia en este proceso.

Y la otra mención que me ha faltado es a todos los profesionales que trabajan a diario con los protagonistas últimos de esta ley: los niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia. Hablo de los profesionales del sistema de protección, que trabajan en recursos de acogimiento residencial o acogimiento familiar, en diferentes programas de intervención en riesgo, en los servicios sociales y como técnicos en los servicios de protección: educadores, psicólogos, trabajadores sociales…, todas esas personas que sostienen a diario el dolor de estos niños, niñas y adolescentes. Y especialmente quienes trabajan directamente en recursos de atención terapéutica especializada. Podría mencionar a muchísimos pero déjenme que mencione a las psicólogas de la UTASI con quienes hemos publicado el libro Poniendo alma al dolor, la Fundación Márgenes y Vínculos, ADIMA, la Fundación Xilema, la Fundación A La Par, Victoria Noguerol, María Pérez, José Luis Gonzalo, Javier Romeu Soriano, Begoña Aznarez y José Luis MarínJorge Barudy y Maryorie Dantagnan, Natalia Seijo, Cristina Cortés, Elena Borrajo, Loli Urízar Nieto, Ana Sieiro, Toni Echeverría, Josu Gago, Alberto Rodríguez, Javier Múgica… y podría seguir. He trabajado los últimos años con equipos profesionales de entidades que desde su trabajo en los recursos del sistema de protección llevan luz a la oscuridad de la que tratan de salir estos niños, niñas y adolescentes. Y lo logran cuando hacen bien su trabajo, les dan calidez y esperanza. Y una vez más esta semana han sido los grandes olvidados.

No solo han sido los políticos los que han hecho realidad esta ley, ni las caras visibles que hemos visto en los medios. Los que la hacen realidad y la harán a diario serán estos profesionales a los que tratamos de acompañar desde Espirales CI hace años. Pienso en los buenos docentes, los que miran las vidas de sus estudiantes más allá de las materias que imparten, ven el dolor que tienen delante y no lo ignoran. Pienso en los educadores y educadoras que trabajan a diario y sin descanso en los centros de protección, en los programas de intervención familiar en situaciones de riesgo, en los centros de servicios sociales municipales, en la calle, en las plazas, en los recursos de ocio y tiempo libre… Pienso en los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que resisten aunque “los otros”, como me dijo una vez un amigo, “siempre sean más y estén mejor dotados”. Pienso en los médicos, enfermeras y personal sanitario que miran a estos niños, niñas y adolescentes y ponen nombre al horror y lo firman en un informe del que tendrán que responder judicialmente, pero lo hacen porque saben que es parte de su trabajo. Pienso en los fiscales, jueces, equipos psicosociales, abogados, secretarios judiciales…, toda esa gente que trata de formarse y de mejorar un sistema que no está adecuado a proteger los derechos de los niños, niñas y adolescentes víctimas.

Porque la LOPIVI habla del horror del que es capaz el ser humano. Pero habla sobre todo de toda la red inmensa de gente increíble que yo he tenido el privilegio de conocer. Personas que se conmueven, se enfadan y se implican en la lucha contra ese horror. Este artículo pretende ser el pequeño homenaje mío en nombre del equipo de Espirales CI a todas ellas en un momento que merece celebración y memoria. Y, una vez acabado el artículo, toca seguir. Queda mucho, muchísimo por hacer. Y las sentencias de esta semana son prueba de ello. Pero cada vez somos más. Y así es mucho más fácil.

Gracias de corazón,

Pepa Horno (en nombre del equipo de Espirales CI)

Guía de educación afectivo-sexual para adolescentes “Atrévete a sentir, atrévete a cuidar y cuidarte” elaborada por Itziar Fernández y Pepa Horno para el Ayuntamiento de Burgos


Desde Espirales CI, entendemos la educación afectivo-sexual como un derecho humano de niños, niñas y adolescentes; pero además, como un factor preventivo que contribuye a promover un sano desarrollo físico y mental desde edades tempranas.

Nuestro cuerpo es fuente de comunicación, afecto, ternura y placer. Somos seres sexuados y la sexualidad es una dimensión del ser humano desde el nacimiento hasta la muerte, existiendo una variabilidad enorme en las formas de vivirla, de expresarla, en las formas de ser y de relacionarse.

Son muchos los informes e investigaciones que vienen alertando de la problemática asociada al consumo de pornografía desde edades tempranas y su relación con la perpetuación de la violencia de género en parejas jóvenes y el aumento de la violencia sexual tanto dentro como fuera de la pareja.

Cuando estos y estas adolescentes han sido preguntados, refieren que recurren a internet y a sus amistades para resolver todas sus dudas relacionadas con la sexualidad; y se quejan de que los programas educativos escolares están fundamentalmente centrados en la prevención de enfermedades de transmisión sexual, algo que es necesario, pero insuficiente para comprender el amplio abanico de elementos que componen una sana relación afectivo-sexual y de pareja.

Y no les falta razón: desde los contextos educativos venimos abordando la educación afectivo-sexual tratando diferentes temáticas como si fuesen compartimentos estancos: hablamos de estereotipos, de violencia de género, de diversidad afectivo-sexual, de prevención de enfermedades de transmisión sexual, dejando de lado aspectos muy importantes.

La primera parte de su propia denominación: educación AFECTIVO-sexual y todo lo que tiene que ver con el deseo, el erotismo y el placer. Con la llegada de la adolescencia, el deseo y la atracción sexual van ganando terreno. Los cambios corporales y hormonales se imponen y pueden generar mucha incertidumbre e inseguridad. Esto puede afectar a nuestra autoestima, y un paso fundamental para poder vivir nuestras relaciones afectivas de forma segura y placentera pasa por sentirnos bien dentro de nuestro propio cuerpo. El placer está en la mente, y esto va de querernos y aceptarnos primero.

La cultura de la imagen y el bombardeo de estereotipos diferenciales para chicos y chicas a través de las redes no ayuda en absoluto, todo lo contrario, les transmite una imagen de “modelo único” donde deben encajar para sentirse aceptados.

Por otro lado, la forma de expresar o vivir nuestra sexualidad es única y personal. La diversidad es parte de la naturaleza humana y hay tantas formas de sentirse y vivirse como personas en el planeta. Surgen preguntas como: “¿Cómo es mi cuerpo?”, “¿Quién soy yo?”, “¿Quién me atrae?”, “¿Cómo me muestro al mundo?”. Abordar la diversidad desde el respeto a la individualidad, asumiendo una responsabilidad social para frenar el machismo, la lgtbifobia y la transfobia hará que podamos ir contribuyendo al establecimiento de relaciones más igualitarias y a que la adolescencia pueda vivenciarse con mayor libertad.

Partiendo de esta base, queremos que chicos y chicas puedan diferenciar claramente lo que es una relación afectiva (sana, libre, segura y recíproca) de una relación dañina donde podemos caer en modelos maltratantes. Por eso tenemos que hablar de respeto y cuidado. Desde Espirales CI difundimos hoy la Guía de educación afectivo-sexual: Atrévete a sentir, atrévete a cuidar y cuidarte que hemos elaborado Itziar Fernández Cortés y Pepa Horno Goicoechea para el Ayuntamiento de Burgos con ilustraciones de Patricia Corrales, y que aborda la educación afectivo-sexual desde esta perspectiva, uniendo la afectividad, la sexualidad y la protección. La hemos escrito en un lenguaje directo y sencillo para que la puedan leer directamente las y los adolescentes entre 13 y 18 años, con algunas informaciones relevantes también para las familias.

Esperamos que en sus paginas puedan ser un material donde los y las adolescentes encuentren respuesta a su curiosidad, llamando a las cosas por su nombre, y destacando la indivisible unión entre sexualidad, afecto, placer, respeto e intimidad.

Itziar Fernández y Pepa Horno

Libro “Poniendo alma al dolor. Intervención terapéutica con niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual infantil” coordinado por Pepa Horno

Portada del libro "Poniendo alma al dolor"La supervisión técnica es un espacio de aprendizaje único, no solo para quien la recibe sino para quien supervisa. En los últimos años desde Espirales CI tenemos el privilegio de supervisar equipos de profesionales de distintos ámbitos del sistema de protección. El objetivo es la mejora de la calidad de la intervención desde el proceso de consciencia del profesional. Un espacio en el que se habla de los casos, pero sobre todo de la vivencia interna de cada profesional y como equipo.

En estos espacios nos encontramos con profesionales increíbles. Profesionales de un gran bagaje técnico, pero sobre todo con una calidad humana inestimable y un compromiso con el dolor de las personas a las que atienden difícil de igualar. Es el caso de Elena González, Carolina Moniño y Carmen Ruiz, psicólogas de la UTASI, la Unidad Terapéutica de Abuso Sexual Infantil que creó la Direcció General d’Infància, Joventut i Famílies del Govern de Illes Balears para atender a los niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual y con familias protectoras.

En el marco de esa supervisión surgió el proyecto de este libro, Poniendo alma al dolor. Intervención terapéutica con niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual infantil, que acaba de aparecer publicado por la editorial Desclée De Brouwer. De nuevo agradecemos a la editorial Desclée De Brouwer su compromiso con la publicación y difusión de obras dirigidas a mejorar las intervenciones técnicas desde la psicología.

En los últimos años se han desarrollado muchas publicaciones sobre abuso sexual infantil en nuestro país. Pero muy pocas describen el proceso terapéutico para atender a los niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual. No nos referimos a un manual técnico sobre las áreas a abordar  o sobre la comprensión del abuso, sino a una descripción detallada de CÓMO abordarlo. Una descripción del proceso que se sigue en la consulta desde el primer día que llega el niño, niña o adolescente hasta la sesión de cierre. Con el detalle suficiente para permitir que sea replicado por otros profesionales en diversos contextos. Profesionales que trabajan, siendo o no conscientes de ello, con niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual infantil. Por eso desde Espirales CI recomendamos su lectura a todos los profesionales que trabajan en el sistema de protección pero no solo, también a cualquier terapeuta que trabaje con niños, niñas y adolescentes.

Poniendo alma al dolor tiene además un segundo valor, y es la apuesta que sus autoras hicieron por dar alma y voz a ese relato. Y no podía ser otra voz que la de niños, niñas y adolescentes que pasaron en su momento por tratamiento y sus familias. Porque es su voz la única que puede transmitir su valentía, su capacidad de resiliencia y su proceso terapéutico.

El abuso sexual infantil no tiene por qué ser una condena, y los relatos de este libro lo prueban. No supone una condena si se recibe la ayuda y acompañamiento terapéutico adecuado, en el que la calidez afectiva se entiende como condición para el rigor técnico. Tampoco es condena si se tiene una red de apoyo afectivo sólida, que es otro de los factores de los que se habla mucho en este libro: el papel de la red de apoyo más allá de las familias. Las historias que hay en sus páginas le dan a este libro congruencia y consistencia.

Para ha sido un privilegio coordinar y participar en la elaboración de este libro, así como para Javier Romeo realizar la primera revisión técnica de su contenido. Creemos que es un libro necesario y tenía que ser escrito por profesionales en activo, con la legitimidad que dan años de experiencia viendo a niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual infantil. Y con el alma que sólo tres profesionales como ellas podían darle a sus páginas.

Como escribí en el prólogo, “Este libro guarda el horror y la maravilla de la que es capaz el ser humano. Y, sobre todo, la luz que surge de la oscuridad cuando se unen rigor profesional, honestidad y calidez humana”. Confiamos en que reciba la acogida que merece.

Pepa Horno

“Metáforas para la consciencia”, nuevo libro de Pepa Horno y vídeo de presentación

Cada nuevo libro es un regalo, el fin de un proyecto que dura muchos meses. Como un sueño que, al tomar forma, se hace real. Hoy tengo la suerte de poder presentaros Metáforas para la consciencia, mi libro numero 13. Es un buen número para hacer una espiral. Porque este libro es mío como los anteriores, pero al mismo tiempo es diferente.

Metáforas para la consciencia recoge las imágenes que yo utilizo más en las formaciones y en terapia. Son imágenes a las que di forma a lo largo de mi trayectoria profesional, en un intento de dar “vida” y hacer comprensibles los conceptos técnicos de la psicología. Este libro es un buen ejemplo de que es el modo de hacer las cosas el que marca la eficacia de lo que hacemos como profesionales. No es tanto el “qué”. Es sobre todo el “cómo”. Este libro encierra muchas horas buscando “cómo” certeros.

Son metáforas que he podido comprobar a lo largo de los años que ayudan a las personas a hacer consciente su “edificio” interior (adelanto de una de las metáforas), a poner consciencia en su historia de vida y comprender cómo han llegado a ser quienes son. Imágenes que les ayudan a ver a su “niño” o “niña” interior, a cuidarlo, acariciarlo o acunarlo.

Como escribo en la contraportada:

“Este libro está escrito para cualquier persona que quiera hacerse preguntas, mirar hacia dentro, hacer consciencia. La consciencia que nos permite comprender nuestra historia personal y, desde ahí, ser libres y tener paz. Esa paz que llega cuando podemos comprender y ordenar. Cuando podemos dejar ir. Cuando podemos honrar”. (Descargar el folleto de presentación).

No es un libro técnico, pero sí lo es. No es un libro poético, pero también lo es. Es narración e ilustración con las imágenes maravillosas que Zaida Escobar (ver la cuenta de Zaida Escobar en Instagram) ha creado para cada una de las metáforas, de los textos.  Cada metáfora está narrada en dos lenguajes: uno poético que pueda leer cualquier persona y sin apenas términos técnicos; y otro, el visual y de alma, a través de las ilustraciones que acompañan cada texto y le dan vida y profundidad. Gracias de corazón, Zaida, por darles otra vida a estas páginas.

Gracias también a la editorial Desclée De Brouwer que, una vez más, vuelve a apostar por mi trabajo.

Creo de verdad que este libro merece regalarse. Por eso lo escribí. Para que esas imágenes lleguen más allá de mi consulta, de mis conferencias… hasta todos los que quieran usarlas para mirar dentro o para acompañar a otros en ese proceso de mirada consciente.

Sólo espero que os guste, que os emocione como a mí, que os sirva. Lo que sea, estará bien.

Pepa Horno


Actualización a 23 de diciembre de 2020

Ya está disponible el vídeo de presentación del libro en el evento online “Café con consciencia” realizado por videoconferencia con participación de Pepa Horno, autora del libro, y de Zaida Escobar (ver la cuenta de Zaida Escobar en Instagram), la ilustradora. En la presentación se leen dos metáforas y se explica el simbolismo de las ilustraciones y su proceso de elaboración, y hay conversación a través de la participación en el chat.

Cómo acompañar la fragilidad después del confinamiento por COVID-19

Durante estos meses de la situación de emergencia sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19, desde Espirales CI hemos intentado aportar desde lo que sabemos hacer. Hemos ido tratando de responder a la demanda de acompañamiento emocional, supervisión y asesoramiento de equipos profesionales que trabajan con niños, niñas y adolescentes en el ámbito de protección, en servicios sociales y en el educativo mayoritariamente. Además, hemos mantenido a nivel individual el acompañamiento emocional en el ámbito personal y terapéutico.

A lo largo de todo este tiempo han ido surgiendo reflexiones que hemos compartido en nuestros espacios personales, tanto Pepa Horno en su blog personal como F. Javier Romeo en su blog Conexión más Auténtica. Pero como sucede a menudo en nuestra trayectoria, lo personal se cruza con lo profesional, así que no queremos comenzar las vacaciones del verano sin compartir en este espacio algunas de esas reflexiones que tienen todo que ver con el diseño y planificación de medidas que van a ser necesarias para acompañar a los niños, niñas y adolescentes en otoño.

La primera reflexión es que nos equivocaremos si intentamos volver a la vida y al mundo pre-COVID-19. No solo porque es imposible, el mundo ha cambiado de una manera significativa que no permite el regreso ni el olvido. Sino porque puede ser destructivo. Hay algunos aprendizajes que ha traído esta pandemia que no deberíamos olvidar y que nos impelen a transformarnos. Sin embargo, percibimos que tanto a nivel personal, como social e institucionalmente se están desarrollando las medidas en muchos casos desde un enfoque de provisionalidad a la espera de la vacuna que permita volver al mundo que teníamos. Y creemos que es un error.

El COVID-19 nos ha hecho conscientes de nuestra vulnerabilidad. Siempre fuimos vulnerables, pero vivíamos de espaldas a ello desde una vivencia de omnipotencia generada por la falsa sensación de control. Creíamos que controlábamos nuestras vidas, y que el mundo funcionaba por unas reglas que si las seguíamos las cosas encajaban. Sin embargo, un virus ha sido capaz de poner nuestra vida “patas arriba” y demostrar la fragilidad del sistema social, económico e institucional que habíamos construido. La vulnerabilidad, y el miedo que conlleva, se han convertido en evidencia. Y aún no somos capaces de medir las consecuencias de ese cambio a nivel social e institucional. No deberíamos ser tan ingenuos de pensar que esa vivencia no va a transformar las relaciones sociales, la toma de decisiones individual, el estado de la salud mental y afectiva de las personas tanto como las decisiones políticas e institucionales.

La segunda reflexión implicaría algunas claves que son necesarias para esa transformación a nivel profesional e institucional:

1. Necesitamos generar estructuras flexibles. El COVID-19 nos ha obligado por primera vez a trabajar de forma global en una situación de pandemia, de emergencia. Si por algo se caracterizan las intervenciones eficaces en una situación de emergencia es por su flexibilidad. Tenemos que mantener ese criterio y generar estructuras, proyectos, espacios que sean flexibles, fáciles de modificar y adaptar a diversas situaciones y poblaciones. Y esto se aplica desde a la construcción y sus materiales (¿qué tal si nos fijamos en la arquitectura que puede moverse y transformarse?), a los espacios físicos (abiertos, con flexibilidad en su uso, que permitan movimiento…), al diseño de programas e intervenciones en cualquier ámbito laboral (programas que contemplen mecanismos de transformación internos), a los modelos de trabajo (el presencial, el teletrabajo, las conexiones, etc.) o a la formación profesional (dejar de contemplar la formación especializada como el objetivo último y pasar a contemplar como necesarios perfiles más generalistas que puedan mantener una visión global, como sucede con la especialidad de medicina interna dentro del ámbito médico).

Veamos un ejemplo claro del que se está debatiendo mucho ahora mismo: la escuela. Las medidas que se están planteando ahora mismo tienen que ver con cómo seguir haciendo lo que se estaba haciendo pero implementando las medidas de seguridad que se contemplaban. Eso es imposible. Nos toca transformar la educación. Los espacios de las escuelas, hacerlos abiertos y modulares, olvidando el aula; las metodologías de trabajo implementando de una vez por todas la educación por proyectos en todo el ciclo educativo; los espacios abiertos que faciliten la integración en la naturaleza y no el cemento en los patios. Se trata de pensar en una escuela diferente en muchos sentidos. No en la misma escuela que teníamos solo que garantizando distancia social. Si algo hemos aprendido sobre la escuela gracias al COVID-19 es a verla como lo que siempre fue y en muchos casos habíamos olvidado: una estructura protectora, que genera equidad e integración social, además de aprendizaje. Educación y distancia social no son compatibles porque la base del proceso educativo es la relación humana, tanto entre quien educa y los chicos y chicas como entre ellos mismos.  Y no hablamos solo del papel del desarrollo sensomotor y el contacto físico en las escuelas infantiles sino de todos los ciclos educativos.

2. Necesitamos contemplar la provisionalidad como una de las pocas constantes seguras. No podemos seguir planificando proyectos, estructuras o planes inamovibles. Los niños, niñas y adolescentes deberán aprender a moverse físicamente, a cambiar de lugar geográfico, de casa, de vida, como los adultos a cambiar de trabajos o de residencia. El mundo post-COVID-19 hace muy difícil la permanencia. Nuestras generaciones fueron educadas para seguir un largo plazo, para planificar su vida (y no hablamos solo de las hipotecas, sino de la vida laboral y personal) y para medir los avances a través de la capacidad de consumo. Ninguno de esos criterios van a ser criterios de éxito en el mundo post-COVID-19. Se trata de enseñar a fluir, a cambiar, a no agarrarse a las posesiones ni a los lugares. Y nos va a costar mucho, porque fuimos educados para lo contrario, especialmente aquí en Europa.

3. Necesitamos volver a lo pequeño. En todos los sentidos y realidades. Lugares pequeños, estructuras pequeñas, grupos pequeños, organizaciones pequeñas. No solo estamos pensando en cosas que se han comentado mucho estos días, como la necesidad de transformar las grandes ciudades, los centros comerciales o los lugares de ocio masivos por los peligros que puedan conllevar. Pensamos en las estructuras de funcionamiento, los proyectos de intervención social, sanitario, educativo, las estructuras de convivencia y muchas otras cuestiones. Para nosotros uno de los aprendizajes clave que nos deja el COVID-19 de una forma muy literal es que solo lo pequeño es sostenible. Volviendo a poner el ejemplo de la escuela, pensemos en escuelas de 1200 alumnos o en escuelas de 300, de cuatro lineas o de una. Pero pensemos en los equipos de trabajo donde cuando los niveles de decisión son muy complejos se pierde la eficacia de cualquier medida además de lentificarse e institucionalizarse. Lo “pequeño” tiene muchos vértices, muchos rostros, muchas cosas de las que podríamos hablar en este punto.

4. Y por último pero no menos importante, necesitamos fortalecer la comunidad. Una sociedad se articula en torno a tres niveles: el individuo, la comunidad y el sistema. En los diferentes continentes se han desarrollado estructuras sociales que priman uno o dos de sus niveles, perdiendo el tercero. En unos países se prima la comunidad y el sistema, allá donde existe, sobre el individuo. En otros países de sobrevive desde la comunidad y el individuo porque los sistemas sociales son débiles y vulnerables. En nuestra realidad, donde podríamos incluir a Europa y America del Norte se prioriza el individuo y el sistema perdiendo la comunidad. Y la comunidad tiene un rol protector esencial que surge siempre en las situaciones de crisis o de emergencia. Cuando las personas tienen una red afectiva sólida tienen menos probabilidades de caer en situaciones de exclusión social o vulnerabilidad económica. Cuando las sociedades tienen estructuras de participación comunitaria eficaces los barrios y las ciudades se humanizan y se transforman. La red afectiva es una de las condiciones innegociables de la protección del individuo que no puede ser sostenido solo desde el sistema. Y esa red afectiva se fortalece y se asienta en la comunidad. El mundo post-COVID-19 nos obliga a mirar hacia las comunidades donde vivimos: desde cambiar el modelo de familia nuclear recuperando el papel de la familia extensa hasta incorporar las estructuras de participación comunitarias en cualquier nivel de intervención institucional.

Seguro que hay muchos más elementos, pero para nosotros desde Espirales CI estos son elementos constitutivos que deben estar presentes en cualquier decisión organizacional o institucional que se tome en estos meses. Con ellos queremos finalizar esta serie de entradas que incluyen los diferentes materiales, recursos y videos que hemos elaborado tanto para diferentes contextos de intervención (educación, protección, servicios sociales) como geográficos (España, América Latina). Esperamos haber logrado nuestro propósito que no fue otro que acompañar a las y los profesionales que trabajan con niños, niñas y adolescentes y sus familias.

Un abrazo grande,

Pepa Horno y F. Javier Romeo

Videos elaborados para Aldeas Infantiles SOS en la región de América Latina y el Caribe: afectividad consciente en el contexto de emergencia

Hoy presentamos los materiales que hemos elaborado para la Oficina Regional de Aldeas Infantiles SOS en Latinoamérica y el Caribe para apoyar a las y los referentes de cuidado de los hogares de cuidado alternativo que tiene la organización en la región y las familias de las comunidades donde la organización desarrolla sus programas.

Son cuatro videos, dos destinados a las y los referentes de cuidado, las personas que tienen bajo su cuidado a los niños, niñas y adolescentes en los hogares de cuidado alternativo y los equipos técnicos que los están apoyando en su labor. Los vídeos han sido incluidos en la plataforma de formación online SOS Virtual de Aldeas Infantiles SOS para que estén disponibles para todo el mundo de forma gratuita, conjuntamente con una serie de actividades de formación para poder ampliar sus contenidos.

En los dos primeros vídeos se recuperan los conceptos de afectividad consciente y entornos seguros y protectores que hemos trabajado ya en la región, con las adaptaciones necesarias por el contexto de emergencia y aislamiento. Uno recoge pautas de autocuidado para las y los referentes de cuidado y el otro una serie de pautas para generar seguridad a los niños, niñas y adolescentes en un contexto de incertidumbre.

Los otros dos vídeos abordan los mismos contenidos pero adaptados a las familias presentes en las comunidades donde la organización tiene presencia a través de las asociaciones nacionales de los diferentes países de la región. En este caso, utilizamos un lenguaje sencillo y un tono de presencia afectiva para que pueda ser comprensible el contenido más fácilmente.

Y luego están cuatro “webinars” (seminarios online) grabados:

  • “¿Cómo brindar seguridad en la incertidumbre? Claves de intervención y condiciones mínimas”, impartido por Pepa Horno.
  • “Disciplina Positiva en el contexto de la emergencia de salud”, impartido por Pepa Horno.
  • “Primeros Auxilios Psicológicos en la emergencia de salud”, impartido por F. Javier Romeo.
  • “Dinámicas de grupo y expresión de emociones con niños, niñas y adolescentes”, impartido por F. Javier Romeo.

Esperamos que os resulten de utilidad.

Un abrazo en la distancia,

Pepa Horno y F. Javier Romeo


Actualización

Ahora los vídeos están también subtitulados en inglés, francés y portugués. Se puede acceder a ellos a través de los siguientes enlaces:

Vivir a la intemperie

Para todo el equipo de Espirales CI y para es importante, en estos momentos más que nunca, mantener el rigor técnico unido a través de la cercanía emocional. Es más, entender esta afectividad como criterio de calidad y eficacia técnica.

Por eso nos estamos centrando en tratar de brindar herramientas técnicas al mismo tiempo que nos hacemos presentes a las familias y a quienes tienen la responsabilidad del cuidado de niños, niñas y adolescentes en centros de protección. El vídeo que he elaborado para el programa de BBK Family es una muestra de esa forma de entender nuestro trabajo en un contexto de emergencia como el que tenemos.

Las dimensiones e implicaciones que la vivencia real de la intemperie va a tener para muchos de nosotros, para los niños, niñas y adolescentes con los que vivimos y trabajamos y para la sociedad en general son imposibles de calcular ahora mismo. Esta experiencia es nueva para todas las personas y es una experiencia de vulnerabilidad y fragilidad. Vivíamos en un mundo basado en la falsa creencia de que controlábamos lo que nos podía ocurrir. Solo cuando nos llegaban experiencias intensas emocionalmente o traumáticas por algún motivo adquiríamos consciencia de esa falsedad. Ahora la vida ha deshecho de un plumazo aquella mentira. Y nos toca aprender a vivir a la intemperie. Siempre estuvimos allí, solo que no éramos conscientes.

Cuando escribí Educando la alegría lo hice justamente como explicaba en su epílogo, porque estaba preocupada del nivel al que estábamos inoculando miedo a los niños, niñas y adolescentes. Avisaba entonces de que el miedo paraliza, crea una sensación de impotencia y de indefensión que, en contra de lo que mucha gente cree, lejos de proteger, pone en riesgo a nuestros niños, niñas y adolescentes. Ese proceso estaba siendo inconsciente en muchos casos, intencionado en otros. Ahora mismo corremos el riesgo de que educar en ese miedo nos salga de las “tripas”. Porque nuestras “tripas” están asustadas. Y educamos en aquello que vivimos. Así que habremos de poner mucha consciencia si no queremos que la certeza de esa fragilidad se convierta en miedo paralizante que los niños, niñas y adolescentes incorporen en su memoria corporal.

Por eso es importante recordar que hay dos armas muy poderosas contra el miedo. La primera, el amor. La soledad asusta, la caricia hace sentir seguro. El cariño de una red afectiva sólida y presente. Y lo digo desde la perspectiva técnica, no sólo humana. El amor vence al miedo. Por eso, ahora más que nunca, hagámonos presentes en la vida de quienes amamos. La segunda, la risa. El sentido del humor, la risa compartida conjura los fantasmas. No tengáis miedo a reíros de lo surrealista. Porque lo que está sucediendo es surrealista. Y reírse de ello para poder atravesarlo no lo hace menos grave, lo hace real.

No hagamos grandes promesas. Solo intentarlo hacerlo lo mejor posible. Esto también es nuevo para nosotros. Y como digo en el video, somos todos uno. Nadie va a salir solo de esto.

Un abrazo grande,

Pepa Horno

Cuidar a quienes cuidan

Una de las claves de nuestra filosofía como Espirales CI es contribuir a generar redes, tanto afectivas en la vida de las personas, como entre profesionales. Las redes son parte esencial de la protección y del acompañamiento emocional tanto como del rigor y la calidad profesional.

Para promover esas redes, tratamos de dar visibilidad en este blog a las experiencias de buena práctica que vamos encontrando en nuestro trabajo en distintos territorios, ámbitos y con diversas entidades, administraciones e instituciones. Nuestro ámbito de trabajo es la infancia, por lo que aquellas experiencias que difundimos son casi  siempre centradas en intervención con niños, niñas y adolescentes. Pero toda la línea de trabajo de los últimos años sobre la afectividad consciente como competencia profesional, los procesos de acompañamiento emocional y la promoción de entornos seguros y protectores, que son tres claves imprescindibles en cualquier programa de atención a la infancia y adolescencia, nos están llevando a colaborar con equipos y profesionales de otros ámbitos.

Y es ahí cuando tenemos la suerte de conocer iniciativas que están directamente vinculadas a los contenidos y estrategias de actuación que promovemos, aunque se apliquen en ámbitos diferentes. Y algunas de ellas resuenan tanto con el trabajo de Espirales CI, sus objetivos y su metodología que no nos queda más remedio que difundirlas también desde este blog.

Este es el caso del programa CuidArte (el arte de cuidar) del Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS) a cuyos profesionales tuvimos la suerte de dar una formación hace unos días. El programa tiene como objetivo brindar acompañamiento emocional a personas que asumen el cuidado diario de otras personas en situación de dependencia. Pueden ser familiares que cuidan de ancianos, o de personas con discapacidad, o con problemáticas de salud mental. El programa consiste en el desarrollo de grupos de apoyo socioemocional y educativo para estas personas y también grupos de promoción de autonomía para personas que están empezando a entrar en una situación de dependencia. Es un programa presente en todo el territorio aragonés, con profesionales que brindan sostén emocional y acompañamiento a personas que ejercen roles de cuidado. Parten de unos contenidos y metodología de trabajo común para todos los grupos de apoyo y unos espacios de supervisión continuados . Y los primeros resultados de la evaluación que se está realizando sobre su eficacia han mostrado que logran disminuir la sintomatología depresiva de las personas que acuden a los grupos.

 

 

Este vídeo explica el programa mejor que cualquier cosa que pudiéramos decir sobre él. Pero CuidArte es un ejemplo claro de lo que se puede lograr cuando las instituciones se humanizan, cuando logran ver más allá de los números y entender el dolor real de las personas que no se plasma sólo en diagnósticos o sintomatología sino en infinitas pequeñas cosas cotidianas que sólo quien las vive puede llegar a comprender en su verdadera magnitud. Pero también cuando las instituciones, en este caso el Gobierno de Aragón, deciden desarrollar su labor con rigor y calidad técnica. Porque este tipo de programas no son una cuestión de “buena voluntad”, ni siquiera de “humanidad”. Son una obligación institucional y una inversión inteligente. Sostener a quien sostiene tiene que ver con la dignidad, con el rigor profesional y con la inversión social.

Las y los profesionales con los que trabajamos en el curso son ejemplo vivo del nivel de eficacia que se logra en el trabajo cuando se es competente en afectividad consciente. En el trabajo con personas en general, y especialmente en el trabajo con personas que sufren, se debe lograr hacer consciente, sistematizar y supervisar la dimensión relacional. Porque se trabaja a través y desde la relación. Y es también ejemplo de inversión institucional en el cuidado de quienes cuidan, de comprender ese cuidado como parte no negociable del trabajo con personas que sufren. Porque la afectividad consciente sólo se puede implementar plenamente como competencia profesional si es asumida institucionalmente.

Encontrar un grupo de ochenta personas que recorren los pueblos, hacen kilómetros para llegar hasta los pueblos más alejados a generar un espacio afectivo y cálido donde estas personas puedan sentirse arropadas, protegidas, aceptadas y no juzgadas. Donde puedan comprender y conocer mejor las características de las enfermedades de sus familiares o las necesidades de aquellas personas a las que acompañan. De esta forma mejoran su labor y se sienten más capaces. Son espacios afectivos que destierran la soledad. Al menos un poquito. Es lo que tienen las redes, que funcionan.

Gracias a cada una de las y los profesionales del programa CuidArte; a quienes lo crearon, lo empujan y lo lideran, y a quienes institucionalmente supieron ver, no sólo la necesidad del mismo, sino la inversión inteligente y rigurosa.

Pepa Horno

“Promotion of safe and protective environments” and “Conscious Affectivity as Professional Competence”: two guides created for SOS Children’s Villages (Aldeas Infantiles SOS) in Latin America and the Caribbean

Developing in environments that provide and ensure protection, as well as in spaces that include their particularities and allow them to grow in an integral manner with warm and affectionate coexistence are vital rights for children, adolescents and the youth. That is why protective environments are the main condition for the child’s full development and for the full implementation of children’s rights in every area of their lives. Any organization or institution working with children (alternative care centres, educational centres, schools, hospitals…) should ensure the promotion of safe environments to ensure child care and protection.

The manual Promotion of safe and protective environments at SOS Children’s Villages in Latin America and the Caribbean has been created by Espirales CI for SOS Children´s Villages Regional Office (click here to read the original in Spanish, La promoción de entornos seguros y protectores en Aldeas Infantiles SOS en América Latina y el Caribe). It has been developed to create an evaluation system of indicators to know if an environment is a protective environment or not. It can be used to evaluate the environments in which children are already living or to design new environments. And it is based on four levels:

  • Level 1: a protective and safe physical environment.
  • Level 2: a protective and safe emotional environment.
  • Level 3: the team, conscious adults that provide and maintain the protective and safe environment.
  • Level 4: the prominence of the people living in the environment, including the prominence of children and young people.

But an environment will never be a protective environment if it is not a warm and affective environment. And the duty of creating this warmth belongs to adults in charge of children: the team. So, to ensure the level 3 of protective environments we need to promote the Conscious Affectivity as a Professional Competence. Any professional working with people, specially working with people who are suffering and over all, children who are suffering, need to be affective with them to make them feel safe and cared for. In this way they will recover integrally, and, talking about children, we will ensure their best development. Conscious affectivity is a professional competence and part of the professional duties working in any protection area.

The manual Conscious affection as an organizacional competence at SOS Children´s Villages in Latin America and the Caribbean is a guide to promote conscious affectivity as professional competence in any institution or organization that works with children (click here to read the original in Spanish, La afectividad consciente como competencia organizacional en Aldeas Infantiles SOS América Latina y el Caribe). The competence is developed in five abilities:

  • Affection that is expressed in a way that it can be perceived and received by each person, child or adult.
  • The ability to create positive affection bonds and to keep consciousness regarding the already created affective bonds.
  • A conscious care of planning and development of all phases of the intervention process, with special attention to beginnings and endings.
  • A conscious and respectful look at the person one works with.
  • Addressing situations of conflict from a positive discipline perspective.

Both guides have been a long process of systematization of two key concepts from the child protection perspective. It is not only necessary to understand the importance of the ideas, it is necessary to give tools, indicators and evaluation processes in order to facilitate their implementation.

We want to thank SOS Children´s Villages Latin America and the Caribbean Regional Office, Child Protection Regional Network and the Human Resources Regional Network for their confidence in our work and their essential contribution to these two strategic guides.

We hope that these guides will be interesting and useful for any organization, institution or professional working with people who need  to be safe and cared for.

Pepa Horno

“Apego y abuso sexual infantil: claves para la protección”, aporte realizado por Pepa Horno al libro de Rafael Guerrero “Educación emocional y apego”

Uno de los objetivos de este blog es difundir aquellos libros, investigaciones, materiales o referencias que puedan ser útiles a profesionales que trabajan con familias y con niños, niñas y adolescentes. El libro Educación emocional y apego. Pautas prácticas para gestionar las emociones en casa y en el aula de Rafael Guerrero, publicado por la editorial Planeta en su colección “Libros Cúpula”, es uno de ellos.

El constructo del apego ha generado toda una línea de trabajo, intervención e investigación dentro de la psicología. Sin embargo, una de sus dificultades básicas es que los profesionales sepan  explicarlo a las familias. Sigue siendo un reto para muchos ser capaz de explicar el concepto y dar pautas concretas a las familias que les permitan generar vinculaciones positivas con los niños, niñas y adolescentes.

Un libro como este puede ser un instrumento muy valioso para las familias y educadores de cara a comprender el papel de las emociones en el desarrollo del niño, niña o adolescente. También para desarrollar pautas concretas que les permitan incorporar la educación emocional de una forma eficaz en sus rutinas cotidianas.

Es para mí un placer haber contribuido con una pequeña parte de este libro, con un capítulo específico sobre “Apego y abuso sexual infantil: claves para la protección” que, siguiendo el mismo objetivo del resto del libro, pretende brindar a familias y educadores, de forma muy reducida, algunas claves que permitan la comprensión del papel preventivo que tiene el apego respecto al abuso sexual infantil.

Desde Espirales CI queremos agradecer a Rafael Guerrero y a la editorial Planeta la oportunidad que nos han brindado de difundir el capítulo desde este blog, así como contribuir a la difusión de un libro que nos parece tan pertinente como certero en su enfoque y en los temas abordados.

Pepa Horno

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