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Cómo acompañar la fragilidad después del confinamiento por COVID-19

Durante estos meses de la situación de emergencia sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19, desde Espirales CI hemos intentado aportar desde lo que sabemos hacer. Hemos ido tratando de responder a la demanda de acompañamiento emocional, supervisión y asesoramiento de equipos profesionales que trabajan con niños, niñas y adolescentes en el ámbito de protección, en servicios sociales y en el educativo mayoritariamente. Además, hemos mantenido a nivel individual el acompañamiento emocional en el ámbito personal y terapéutico.

A lo largo de todo este tiempo han ido surgiendo reflexiones que hemos compartido en nuestros espacios personales, tanto Pepa Horno en su blog personal como F. Javier Romeo en su blog Conexión más Auténtica. Pero como sucede a menudo en nuestra trayectoria, lo personal se cruza con lo profesional, así que no queremos comenzar las vacaciones del verano sin compartir en este espacio algunas de esas reflexiones que tienen todo que ver con el diseño y planificación de medidas que van a ser necesarias para acompañar a los niños, niñas y adolescentes en otoño.

La primera reflexión es que nos equivocaremos si intentamos volver a la vida y al mundo pre-COVID-19. No solo porque es imposible, el mundo ha cambiado de una manera significativa que no permite el regreso ni el olvido. Sino porque puede ser destructivo. Hay algunos aprendizajes que ha traído esta pandemia que no deberíamos olvidar y que nos impelen a transformarnos. Sin embargo, percibimos que tanto a nivel personal, como social e institucionalmente se están desarrollando las medidas en muchos casos desde un enfoque de provisionalidad a la espera de la vacuna que permita volver al mundo que teníamos. Y creemos que es un error.

El COVID-19 nos ha hecho conscientes de nuestra vulnerabilidad. Siempre fuimos vulnerables, pero vivíamos de espaldas a ello desde una vivencia de omnipotencia generada por la falsa sensación de control. Creíamos que controlábamos nuestras vidas, y que el mundo funcionaba por unas reglas que si las seguíamos las cosas encajaban. Sin embargo, un virus ha sido capaz de poner nuestra vida “patas arriba” y demostrar la fragilidad del sistema social, económico e institucional que habíamos construido. La vulnerabilidad, y el miedo que conlleva, se han convertido en evidencia. Y aún no somos capaces de medir las consecuencias de ese cambio a nivel social e institucional. No deberíamos ser tan ingenuos de pensar que esa vivencia no va a transformar las relaciones sociales, la toma de decisiones individual, el estado de la salud mental y afectiva de las personas tanto como las decisiones políticas e institucionales.

La segunda reflexión implicaría algunas claves que son necesarias para esa transformación a nivel profesional e institucional:

1. Necesitamos generar estructuras flexibles. El COVID-19 nos ha obligado por primera vez a trabajar de forma global en una situación de pandemia, de emergencia. Si por algo se caracterizan las intervenciones eficaces en una situación de emergencia es por su flexibilidad. Tenemos que mantener ese criterio y generar estructuras, proyectos, espacios que sean flexibles, fáciles de modificar y adaptar a diversas situaciones y poblaciones. Y esto se aplica desde a la construcción y sus materiales (¿qué tal si nos fijamos en la arquitectura que puede moverse y transformarse?), a los espacios físicos (abiertos, con flexibilidad en su uso, que permitan movimiento…), al diseño de programas e intervenciones en cualquier ámbito laboral (programas que contemplen mecanismos de transformación internos), a los modelos de trabajo (el presencial, el teletrabajo, las conexiones, etc.) o a la formación profesional (dejar de contemplar la formación especializada como el objetivo último y pasar a contemplar como necesarios perfiles más generalistas que puedan mantener una visión global, como sucede con la especialidad de medicina interna dentro del ámbito médico).

Veamos un ejemplo claro del que se está debatiendo mucho ahora mismo: la escuela. Las medidas que se están planteando ahora mismo tienen que ver con cómo seguir haciendo lo que se estaba haciendo pero implementando las medidas de seguridad que se contemplaban. Eso es imposible. Nos toca transformar la educación. Los espacios de las escuelas, hacerlos abiertos y modulares, olvidando el aula; las metodologías de trabajo implementando de una vez por todas la educación por proyectos en todo el ciclo educativo; los espacios abiertos que faciliten la integración en la naturaleza y no el cemento en los patios. Se trata de pensar en una escuela diferente en muchos sentidos. No en la misma escuela que teníamos solo que garantizando distancia social. Si algo hemos aprendido sobre la escuela gracias al COVID-19 es a verla como lo que siempre fue y en muchos casos habíamos olvidado: una estructura protectora, que genera equidad e integración social, además de aprendizaje. Educación y distancia social no son compatibles porque la base del proceso educativo es la relación humana, tanto entre quien educa y los chicos y chicas como entre ellos mismos.  Y no hablamos solo del papel del desarrollo sensomotor y el contacto físico en las escuelas infantiles sino de todos los ciclos educativos.

2. Necesitamos contemplar la provisionalidad como una de las pocas constantes seguras. No podemos seguir planificando proyectos, estructuras o planes inamovibles. Los niños, niñas y adolescentes deberán aprender a moverse físicamente, a cambiar de lugar geográfico, de casa, de vida, como los adultos a cambiar de trabajos o de residencia. El mundo post-COVID-19 hace muy difícil la permanencia. Nuestras generaciones fueron educadas para seguir un largo plazo, para planificar su vida (y no hablamos solo de las hipotecas, sino de la vida laboral y personal) y para medir los avances a través de la capacidad de consumo. Ninguno de esos criterios van a ser criterios de éxito en el mundo post-COVID-19. Se trata de enseñar a fluir, a cambiar, a no agarrarse a las posesiones ni a los lugares. Y nos va a costar mucho, porque fuimos educados para lo contrario, especialmente aquí en Europa.

3. Necesitamos volver a lo pequeño. En todos los sentidos y realidades. Lugares pequeños, estructuras pequeñas, grupos pequeños, organizaciones pequeñas. No solo estamos pensando en cosas que se han comentado mucho estos días, como la necesidad de transformar las grandes ciudades, los centros comerciales o los lugares de ocio masivos por los peligros que puedan conllevar. Pensamos en las estructuras de funcionamiento, los proyectos de intervención social, sanitario, educativo, las estructuras de convivencia y muchas otras cuestiones. Para nosotros uno de los aprendizajes clave que nos deja el COVID-19 de una forma muy literal es que solo lo pequeño es sostenible. Volviendo a poner el ejemplo de la escuela, pensemos en escuelas de 1200 alumnos o en escuelas de 300, de cuatro lineas o de una. Pero pensemos en los equipos de trabajo donde cuando los niveles de decisión son muy complejos se pierde la eficacia de cualquier medida además de lentificarse e institucionalizarse. Lo “pequeño” tiene muchos vértices, muchos rostros, muchas cosas de las que podríamos hablar en este punto.

4. Y por último pero no menos importante, necesitamos fortalecer la comunidad. Una sociedad se articula en torno a tres niveles: el individuo, la comunidad y el sistema. En los diferentes continentes se han desarrollado estructuras sociales que priman uno o dos de sus niveles, perdiendo el tercero. En unos países se prima la comunidad y el sistema, allá donde existe, sobre el individuo. En otros países de sobrevive desde la comunidad y el individuo porque los sistemas sociales son débiles y vulnerables. En nuestra realidad, donde podríamos incluir a Europa y America del Norte se prioriza el individuo y el sistema perdiendo la comunidad. Y la comunidad tiene un rol protector esencial que surge siempre en las situaciones de crisis o de emergencia. Cuando las personas tienen una red afectiva sólida tienen menos probabilidades de caer en situaciones de exclusión social o vulnerabilidad económica. Cuando las sociedades tienen estructuras de participación comunitaria eficaces los barrios y las ciudades se humanizan y se transforman. La red afectiva es una de las condiciones innegociables de la protección del individuo que no puede ser sostenido solo desde el sistema. Y esa red afectiva se fortalece y se asienta en la comunidad. El mundo post-COVID-19 nos obliga a mirar hacia las comunidades donde vivimos: desde cambiar el modelo de familia nuclear recuperando el papel de la familia extensa hasta incorporar las estructuras de participación comunitarias en cualquier nivel de intervención institucional.

Seguro que hay muchos más elementos, pero para nosotros desde Espirales CI estos son elementos constitutivos que deben estar presentes en cualquier decisión organizacional o institucional que se tome en estos meses. Con ellos queremos finalizar esta serie de entradas que incluyen los diferentes materiales, recursos y videos que hemos elaborado tanto para diferentes contextos de intervención (educación, protección, servicios sociales) como geográficos (España, América Latina). Esperamos haber logrado nuestro propósito que no fue otro que acompañar a las y los profesionales que trabajan con niños, niñas y adolescentes y sus familias.

Un abrazo grande,

Pepa Horno y F. Javier Romeo

Artículo “Descansar el alma”, de Pepa Horno para BBK Family

Después de todo lo que hemos vivido durante la emergencia sanitaria, es importante que descansemos.

Desde Espirales Consultoría de Infancia llevamos ya tiempo colaborando con el programa BKK Family que coordinan Bidegintza y EDE Fundazioa (entre otras cuestiones, con estos vídeos sobre crianza consciente, con estos talleres públicos que impartió F. Javier Romeo o con este vídeo sobre “Vivir a la intemperie” al comienzo de la emergencia sanitaria por coronavirus).

En esta ocasión me pidieron un artículo sobre este verano tan diferente, y mi mensaje fundamental es su título: necesitamos “Descansar el alma”.

Espero que el artículo os guste y que os ayude a buscar momentos de descanso,

Pepa Horno

Vivir a la intemperie

Para todo el equipo de Espirales CI y para es importante, en estos momentos más que nunca, mantener el rigor técnico unido a través de la cercanía emocional. Es más, entender esta afectividad como criterio de calidad y eficacia técnica.

Por eso nos estamos centrando en tratar de brindar herramientas técnicas al mismo tiempo que nos hacemos presentes a las familias y a quienes tienen la responsabilidad del cuidado de niños, niñas y adolescentes en centros de protección. El vídeo que he elaborado para el programa de BBK Family es una muestra de esa forma de entender nuestro trabajo en un contexto de emergencia como el que tenemos.

Las dimensiones e implicaciones que la vivencia real de la intemperie va a tener para muchos de nosotros, para los niños, niñas y adolescentes con los que vivimos y trabajamos y para la sociedad en general son imposibles de calcular ahora mismo. Esta experiencia es nueva para todas las personas y es una experiencia de vulnerabilidad y fragilidad. Vivíamos en un mundo basado en la falsa creencia de que controlábamos lo que nos podía ocurrir. Solo cuando nos llegaban experiencias intensas emocionalmente o traumáticas por algún motivo adquiríamos consciencia de esa falsedad. Ahora la vida ha deshecho de un plumazo aquella mentira. Y nos toca aprender a vivir a la intemperie. Siempre estuvimos allí, solo que no éramos conscientes.

Cuando escribí Educando la alegría lo hice justamente como explicaba en su epílogo, porque estaba preocupada del nivel al que estábamos inoculando miedo a los niños, niñas y adolescentes. Avisaba entonces de que el miedo paraliza, crea una sensación de impotencia y de indefensión que, en contra de lo que mucha gente cree, lejos de proteger, pone en riesgo a nuestros niños, niñas y adolescentes. Ese proceso estaba siendo inconsciente en muchos casos, intencionado en otros. Ahora mismo corremos el riesgo de que educar en ese miedo nos salga de las “tripas”. Porque nuestras “tripas” están asustadas. Y educamos en aquello que vivimos. Así que habremos de poner mucha consciencia si no queremos que la certeza de esa fragilidad se convierta en miedo paralizante que los niños, niñas y adolescentes incorporen en su memoria corporal.

Por eso es importante recordar que hay dos armas muy poderosas contra el miedo. La primera, el amor. La soledad asusta, la caricia hace sentir seguro. El cariño de una red afectiva sólida y presente. Y lo digo desde la perspectiva técnica, no sólo humana. El amor vence al miedo. Por eso, ahora más que nunca, hagámonos presentes en la vida de quienes amamos. La segunda, la risa. El sentido del humor, la risa compartida conjura los fantasmas. No tengáis miedo a reíros de lo surrealista. Porque lo que está sucediendo es surrealista. Y reírse de ello para poder atravesarlo no lo hace menos grave, lo hace real.

No hagamos grandes promesas. Solo intentarlo hacerlo lo mejor posible. Esto también es nuevo para nosotros. Y como digo en el video, somos todos uno. Nadie va a salir solo de esto.

Un abrazo grande,

Pepa Horno

Feliz 2020

La seguridad llega al tener un lugar donde entregarse. Un entorno cálido construido en red. Una sociedad donde nadie mire para otro lado.

Desde Espirales CI os queremos dar las gracias por cada mano que se enlaza a nosotros para construir esa red afectiva. Y desearos un año lleno de abrazos conscientes, de palabras cálidas y de cobijo para el dolor si llega.

Pepa, Javier y el equipo de Espirales CI

Cuidar a quienes cuidan

Una de las claves de nuestra filosofía como Espirales CI es contribuir a generar redes, tanto afectivas en la vida de las personas, como entre profesionales. Las redes son parte esencial de la protección y del acompañamiento emocional tanto como del rigor y la calidad profesional.

Para promover esas redes, tratamos de dar visibilidad en este blog a las experiencias de buena práctica que vamos encontrando en nuestro trabajo en distintos territorios, ámbitos y con diversas entidades, administraciones e instituciones. Nuestro ámbito de trabajo es la infancia, por lo que aquellas experiencias que difundimos son casi  siempre centradas en intervención con niños, niñas y adolescentes. Pero toda la línea de trabajo de los últimos años sobre la afectividad consciente como competencia profesional, los procesos de acompañamiento emocional y la promoción de entornos seguros y protectores, que son tres claves imprescindibles en cualquier programa de atención a la infancia y adolescencia, nos están llevando a colaborar con equipos y profesionales de otros ámbitos.

Y es ahí cuando tenemos la suerte de conocer iniciativas que están directamente vinculadas a los contenidos y estrategias de actuación que promovemos, aunque se apliquen en ámbitos diferentes. Y algunas de ellas resuenan tanto con el trabajo de Espirales CI, sus objetivos y su metodología que no nos queda más remedio que difundirlas también desde este blog.

Este es el caso del programa CuidArte (el arte de cuidar) del Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS) a cuyos profesionales tuvimos la suerte de dar una formación hace unos días. El programa tiene como objetivo brindar acompañamiento emocional a personas que asumen el cuidado diario de otras personas en situación de dependencia. Pueden ser familiares que cuidan de ancianos, o de personas con discapacidad, o con problemáticas de salud mental. El programa consiste en el desarrollo de grupos de apoyo socioemocional y educativo para estas personas y también grupos de promoción de autonomía para personas que están empezando a entrar en una situación de dependencia. Es un programa presente en todo el territorio aragonés, con profesionales que brindan sostén emocional y acompañamiento a personas que ejercen roles de cuidado. Parten de unos contenidos y metodología de trabajo común para todos los grupos de apoyo y unos espacios de supervisión continuados . Y los primeros resultados de la evaluación que se está realizando sobre su eficacia han mostrado que logran disminuir la sintomatología depresiva de las personas que acuden a los grupos.

 

 

Este vídeo explica el programa mejor que cualquier cosa que pudiéramos decir sobre él. Pero CuidArte es un ejemplo claro de lo que se puede lograr cuando las instituciones se humanizan, cuando logran ver más allá de los números y entender el dolor real de las personas que no se plasma sólo en diagnósticos o sintomatología sino en infinitas pequeñas cosas cotidianas que sólo quien las vive puede llegar a comprender en su verdadera magnitud. Pero también cuando las instituciones, en este caso el Gobierno de Aragón, deciden desarrollar su labor con rigor y calidad técnica. Porque este tipo de programas no son una cuestión de “buena voluntad”, ni siquiera de “humanidad”. Son una obligación institucional y una inversión inteligente. Sostener a quien sostiene tiene que ver con la dignidad, con el rigor profesional y con la inversión social.

Las y los profesionales con los que trabajamos en el curso son ejemplo vivo del nivel de eficacia que se logra en el trabajo cuando se es competente en afectividad consciente. En el trabajo con personas en general, y especialmente en el trabajo con personas que sufren, se debe lograr hacer consciente, sistematizar y supervisar la dimensión relacional. Porque se trabaja a través y desde la relación. Y es también ejemplo de inversión institucional en el cuidado de quienes cuidan, de comprender ese cuidado como parte no negociable del trabajo con personas que sufren. Porque la afectividad consciente sólo se puede implementar plenamente como competencia profesional si es asumida institucionalmente.

Encontrar un grupo de ochenta personas que recorren los pueblos, hacen kilómetros para llegar hasta los pueblos más alejados a generar un espacio afectivo y cálido donde estas personas puedan sentirse arropadas, protegidas, aceptadas y no juzgadas. Donde puedan comprender y conocer mejor las características de las enfermedades de sus familiares o las necesidades de aquellas personas a las que acompañan. De esta forma mejoran su labor y se sienten más capaces. Son espacios afectivos que destierran la soledad. Al menos un poquito. Es lo que tienen las redes, que funcionan.

Gracias a cada una de las y los profesionales del programa CuidArte; a quienes lo crearon, lo empujan y lo lideran, y a quienes institucionalmente supieron ver, no sólo la necesidad del mismo, sino la inversión inteligente y rigurosa.

Pepa Horno

Feliz 2019

Poner el alma en lo que hacemos conlleva un coste afectivo, pero hace posibles los sueños.

Este año hemos sido testigos y partícipes de procesos y cambios por los que llevamos muchos años luchando. Y queremos atesorarlos y daros las gracias por ser parte de ellos. Nos quedan muchos otros que lograr. Seguimos.

Os deseamos un año lleno de consciencia y afecto.

¡Feliz 2019 de parte de todo el equipo de Espirales Consultoría de Infancia!

Feliz 2018

Hacer realidad los sueños implica también la responsabilidad de vivirlos con gozo y mantenerse fiel a ellos.

Desde Espirales Consultoría de Infancia queremos desearos un año 2018 en el que podáis soñar y tejer redes de afecto a vuestro alrededor

Os damos las gracias por dar solidez y esperanza a este proyecto que comenzamos hace ya más de 8 años.

¡Feliz 2018 de parte de todo el equipo de Espirales Consultoría de Infancia!

Feliz 2017

La magia está en la vida.

Pero solo quien sabe mirar desde el afecto, la presencia y la consciencia puede captarla.

Desde Espirales Consultoría de Infancia queremos daros las gracias por tanta magia compartida.

¡Feliz 2017 de parte de todo el equipo de Espirales Consultoría de Infancia!

Feliz 2016

espiralesci_2016Hay un aprendizaje para los niños y niñas en la esperanza.

Y en la capacidad de soñar.

Desde Espirales Consultoría de Infancia queremos daros las gracias por el esfuerzo cotidiano en llevar luz al dolor, esperanza al decaimiento y alegría a los niños y niñas con quienes compartís la vida.

Y gracias por ser, justamente por todo eso, la base de nuestra esperanza.

Os deseamos un tiempo de ternura y gozo y un feliz 2016,

Pepa, Javier, Lucía, Áurea y Sergio

Reflexiones de F. Javier Romeo después del Congreso de Educación Emocional de Navarra

fj-romeo-padres-formados-2015Este pasado fin de semana he tenido el honor y la satisfacción de participar en el I Congreso de Educación Emocional de Navarra, organizado por Padres Formados. Ha sido un congreso especial por varios motivos, y quiero comentarlos y celebrarlos desde esta entrada de blog.

En primer lugar, me ha impresionado la valentía del equipo de Padres Formados. Han sido capaces de organizar todo el congreso (con alrededor de 250 participantes) sin patrocinadores ni financiadores, y con una atención muy buena y mucha calidad técnica, y eso ya tiene mucho mérito. Ha sido un congreso como querían, con conceptos de psicología positiva y cómo cultivar las emociones, con muchas risas e incluso con momentos de música y movimiento. Podéis verlo en el resumen gráfico del evento dentro de su blog.

Y dentro de ese marco han decidido introducir un tema terrible y bastante oscuro: mi ponencia trataba en concreto sobre “Una educación afectiva que protege frente al abuso sexual”, una de las temáticas que trabajo desde Espirales Consultoría de Infancia. Esa valentía les ha llevado también a difundir el tema del abuso sexual en la infancia por varios medios. En cierto momento salió el comentario de si íbamos a salir ponentes y participantes bailando y riéndonos en todas las fotos, y parecía que sí. Entonces tuve que dejar claro: “Sí, pero el abuso sexual no es tema de risa”. Me encantó el proceso de reflexión que continué haciendo: efectivamente, el abuso sexual no es para reírse, pero si queremos transmitir mensajes y estrategias protectoras a los niños y niñas de nuestro entorno será imprescindible que nos riamos (y mucho) con ellos. Precisamente las pautas que sugerí tienen que ver con eso: un niño o niña que conoce una afectividad positiva, protectora y saludable (y ahí van grandes cantidades de risas compartidas) tiene mucha más protección frente a alguien que quiera abusar, sencillamente dirá “Uy, esta no es la afectividad que a mí me gusta, voy a escapar y voy a pedir ayuda”. De modo que sí, una educación afectiva que protege frente al abuso sexual incluye necesariamente buenas dosis de risas, de risas sanas que hacen sentirse bien y en conexión consigo y con los demás. Y así lo compartí en la conferencia.

Hubo al final una mesa redonda con ponentes, donde surgieron varios temas interesantes que estuvimos comentando. Quiero resaltar dos, ya que me comprometí a compartir recursos al respecto.

Surgió el tema de “¿Cómo hacer para escuchar a un niño que se niega a irse del parque?”. Se dieron respuestas creativas y profundas, y yo aporté mi contribución: “Escuchando el ‘sí’ en el ‘no’”. escuchar-el-si-en-el-noRecupero entonces en esta entrada mi  artículo ‘Escuchar el “sí” en el “no”‘, que apareció publicado en el número 52 (de enero de 2011) la revista Nuestro rincón del 0-6, publicada por ACENTO (actualmente ya no sigue sacando números nuevos, aunque sigue disponible). En este artículo desarrollo de manera más amplia lo que expuse en la mesa redona: cuando una persona (y un niño o una niña también es una persona) dice “no”, está diciendo “sí” a muchas cosas, y si escuchamos al mensaje completo (al mensaje que nos aparece después de profundizar en el “no” inicial), podremos generar una conexión más profunda y hallar una solución satisfactoria para todas las partes. Para poder hacerse una idea, dejo aquí el comienzo del artículo:

Ana, de dos años y medio, no quiere ponerse el abrigo para salir a la calle. José, de cuatro años, no quiere bajar del columpio para irse a casa. Irene, de cinco años, no quiere irse a dormir. ¿Por qué no quieren hacer esas cosas que como adultos nos parecen perfectamente razonables?

¿Y qué hacemos a continuación? ¿Cedemos y que hagan lo que quieran? Entonces nos sentimos mal porque no estamos colaborando a su educación, y además nos da la sensación de dejar de lado lo que también queremos nosotros como personas. ¿Les forzamos a que hagan lo que queremos? Entonces tenemos garantizados la discusión y el mal ambiente durante un buen rato, y a largo plazo les estamos enseñando que al final lo importante es tener poder o fuerza, y que el diálogo sólo sirve cuando se es débil. En mi experiencia personal y profesional existe un tercer camino, basado en una comunicación más profunda en cada una de esas situaciones. Y una de las habilidades que desarrollamos en los talleres que facilito es la capacidad de escuchar a qué dicen “sí” nuestros niños y niñas cuando dicen “no”. Ir a la entrada donde continuar leyendo el artículo completo “Escuchar el “sí” en el “no”‘

Había también una pregunta respecto a “¿Cómo introducimos la educación emocional en los centros educativos?”. Ahí me permití señalar que todos los centros educativos enseñan educación emocional, lo que ocurre es que a lo mejor enseñan una educación emocional que no está acorde con nuestros valores (la obediencia y la sumisión como valor principal, lo cognitivo por encima de lo afectivo, el miedo a todo lo que tenga que ver con emociones…). Solo poniendo consciencia en la educación emocional que reciben nuestros niños y niñas (y también la que hemos recibido quienes actualmente somos personas adultas) podremos plantear un cambio. No se trata de crear extraescolares de educación emocional, o de trabajar un poco en tutoría, aunque pueda ser un buen comienzo. Todo lo que se hace en el ámbito educativo enseña, aunque tal vez no sea lo que queramos, así que ampliemos nuestra mirada.

Como último elemento, surgió también el tema de las tareas para casa, los “deberes” que reciben los niños y niñas en los centros educativos. De manera muy resumida, es muy sano que los niños, niñas y adolescentes puedan recibir una educación, que vayan aprendiendo gradualmente a asumir responsabilidades y a realizar tareas… siempre que eso no sea lo único que hagan en su vida. Cité un artículo muy divertido de Claire Wapole, una periodista que decidió escribir una lista de “tareas para el colegio”, con el mismo lenguaje que se utiliza para justificar los “deberes” en casa, pero para explicar las tareas de casa que cada profe de su hijo o de su hija deberá hacer en horario lectivo, ya que el horario “familiar” no es suficiente para consolidar los aprendizajes durante las horas que los niños y niñas están en casa. Se puede leer el artículo original aparecido en The Huffington Post Chicago en inglés, “Thirty Minutes Tops”, y luego hay varias traducciones en castellano, a mí me ha gustado “Treinta minutos como mucho”, en el blog El mito de los deberes.

Habría muchas cosas más que comentar, pero creo que con esto he recogido unas pinceladas sobre el Congreso. Aprovecho también para felicitar y transmitir mi agradecimiento al equipo de Padres Formados, en especial a Leticia Garcés y a Uxua Otazu, y a cada participante que contribuyó con su presencia, su interés y sus reflexiones y preguntas, y podemos continuar la conversación en los comentarios de esta entrada.

Con gratitud y celebración,

F. Javier Romeo

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